A ciegas

Los miércoles por la noche se sientan en el sofá a ver películas antiguas. Cuando empiezan a aburrirse, se tapan los ojos con alguna camiseta vieja y empiezan a quererse a ciegas.

La noche ya no es tan noche y la casa huele a dulce escondite. Vacío recorrido con las manos. Lo único que les importa es encontrarse.

Ella va a tientas, él se arrastra por el suelo sin hacer el mínimo ruido. Choques inesperados y besos que se tropiezan contra huracanes de saliva.

- Te huelo el corazón desde aquí, cariño.

Ojala pudiéramos ser tú y yo así. Ingenuos. Tener tanta vida y querer vivirla.

Los muebles parece que hayan cambiado de lugar y se colisionan con ellos muchas veces. Risas contagiosas. Cojines que vuelan por los aires, sin que nadie los vea. Pantalones que se desabrochan enseguida. Mucho por dar. Los dos protagonistas de esa ridícula película hablando sin parar. La comida de ayer encima de la mesa. El incienso provocando un intangible humo negro. Una ventana abierta, y alguien que se cae.

Demasiado ingenuos, tal vez.